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Vacas de Basán

Amós 4:1-13

Amós continúa su denuncia de los pecados de Israel y el castigo venidero de Dios sobre ellos por sus pecados. Aquí en el capítulo 4 aparentemente se dirige a las esposas de los ricos de Samaria, a quienes llama vacas de Basán: aunque algunos lo aplican a los nobles, por el hecho de que se refiere a “vuestros señores” parece que indica las mujeres, pues los esposos se llaman “señor” (compare Génesis 18:12). El pecado se ha extendido grandemente: no es solamente los hombres (Amós 2:7) sino también las mujeres que andan mal. Para proveer por su lujuria oprimían a los pobres. Dios no aguantará esto, y jura por su santidad que habrá castigo, que saldran de su vida lujosa a fuerzas, llevadas con violencia. Para que esto no se cumpliera, Jehová tendría que dejar de ser santo, algo obviamente imposible. Y de hecho el cumplimiento se encuentra en 2a de Reyes 17:1-23. Esto conduce a un principio que hemos notado anteriormente, que es simplemente



I. El pecado trae castigo, vv.1-3; Romanos 2:1-6

Como lo hemos comentado anteriormente no vamos a entrar muy a fondo. Simplemente hay que notar algunas palabras del apóstol Pablo en Romanos 2:1-6. Con Dios no hay acepción de personas (Romanos 2:11): el rebelde y el hipócrita serán castigados: los que perseveran en el pecado sin arrepentimiento están atesorando, amontonando ira para ellos mismos: recibiran tribulación y angustia por hacer lo malo (Romanos 2:9).


Pero las personas tienen sus refugios: de alguna manera piensan que escaparán. Pablo tuvo que corregir ese tipo de pensamiento en Romanos 2:3-11, y Amós aquí también corrige esas ideas.



II. La religión no es un refugio de la ira de Dios, vv.4,5; Romanos 10:2,3; 1a de Juan 5:10-12; Juan 5:23

El profeta, hablando con ironía, dice a la gente que vayan a Bet-el y Gilgal (que eran centros del culto idólatra de Israel —1a de Reyes 12:29 y Oseas 12:11) y aumenten su transgresión. No es que los está dando permiso de desobedecer a Dios: les está manifestando que para Dios aún su servicio religioso era una abominación. No será un refugio para ellos del juicio que Amós ha anunciado. Si confiaban en sus ritos, en que eran personas religiosas se engañaban. La religión no puede salvarnos de la ira de Dios, porque

A. La mera religión nunca es perfecta, 1a de Reyes 12:26-33; Deuteronomio 12:1-14. Los ritos religiosos de Israel se apegaban en ciertos aspectos a lo que Dios había mandado (Números 28:3,4; 1a de Reyes 12:26-33): sus centros religiosos eran en sitios que habían sido importante en la historia religiosa del pueblo (Gilgal: Josué 4:20 y 5:2-12; Bet-el: Génesis 28:12-19 y Génesis 35:1). Pero por más apegado que estuvieran a los detalles de los ritos que Dios mandó, no importaba: toda su adoración era idólatra, pues no adoraban en el templo en Jerusalén, sino ante los becerros de oro que hizo Jeroboam. Atención a detalles no importaba cuando desde un principio estaban mal (Deuteronomio 12:1-14). Pero además de esto:


B. La mera religión sin justicia es inútil, Isaías 1:11-15; Proverbios 21:13; 1a de Samuel 15:22; Miqueas 6:6-8; Santiago 1:26,27. Aunque hicieran todo bien, conforme a los ritos de la ley sin variar en un solo punto, de todos modos su adoración no se podría aceptar mientras oprimen a los pobres (Isaías 1:11-15; Proverbios 21:13). Es decir, los ritos religiosos, aún los mandados por Dios no sirven cuando no hay justicia. No podemos obedecer a Dios en el aspecto cúltico de la vida, ignorarle en todo lo demás, y esperar su bendición (1a de Samuel 15:22). Si lo que tenemos es meramente la religión no alcanzará: no servirá de refugio de la ira de Dios.

La verdadera religión se describe en Miqueas 6:6-8 y en Santiago 1:26,27.


¡Ay de aquel cuyas prácticas religiosas agregan a su condenación! Y ¿qué de nosotros? Llegamos a la iglesia: somos religiosos. ¿Pero practicamos lo que él manda? ¿Adoramos conforme a su palabra? Llegamos a la iglesia: somos religiosos. ¿Pero nuestras vidas están llenas de mentiras y engaño? ¿Nuestros corazones están llenos de pasiones vergonzosas, de odio, rencor, morbosidad, codicia? Tal religión nos servirá solamente para que amontonemos nuestras transgresiones, para que pequemos aún más. Pablo es testigo de que el pueblo de Israel en su tiempo tenían celo de Dios —pero no conforme al conocimiento. Su celo para la ley era más pecar, porque no se sujetaban a la justicia de Dios, sino que intentaban establecer su propia justicia (Romanos 10:2,3). Tenían celo para Dios —¡y crucificaron a Cristo! ¿Somos nosotros así? Si intentamos ser religiosos, acercarnos a Dios, servirle, fuera de Cristo, rechazándolo, entonces somos como las personas que sacrificaban a Jehová en los lugares altos o en Bet-el ante un becerro de oro. Cristo es el lugar donde podemos encontrarnos con Dios (Mateo 1:23; Juan 14:6): buscar a Dios en cualquier otro lado es aumentar nuestra rebelión (1a de Juan 5:10-12). ¿Cómo debemos acercarnos a Dios para ser aceptos? El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió (Juan 5:23). El que está sin Cristo está bajo la ira de Dios (Juan 3:36). Cristo es el único refugio de la ira de Dios, porque él tomo esa ira sobre sí mismo para nosotros (Gálatas 3:13).


El argumento de Amós avanza: ha demostrado nuevamente que es un pueblo pecaminoso, que por su pecado serán castigados, y que sus prácticas religiosas no les servirán para nada, que de hecho son más culpables por su religión. Ahora procede a condenarles por su necedad: por ser obstinados ante Dios cuando el los llamó al arrepentimiento mediante muchas afflicciones. Eso nos enseña que:



III. Dios aflige para que su pueblo se vuelvan a él, vv.6-11; Hageo 1:5-11; 1a de Corintios 11:32; Proverbios 29:1. Dios les había llamado al arrepentimiento una y otra vez. Anteriormente Amós ha recordado al pueblo de Israel de las muchas misericordias de Dios hacia ellos, misericordia que al ser abusados aumentaron la condenación del pueblo. Aquí procede a recordarles de la misericordia de Dios en mandarles afflicciones para llamarles al arrepentimiento, y sin embargo no se regresaron a Jehová. Cinco veces viene el refrán: no os volvistéis a mí (vv.6,8,9,10,11). El hambre no funcionó (v.6); la sequía con la sed que la acompaña no funcionaron, aunque Dios hizo muy obvio que él lo estaba mandando (vv.7,8); destrucción de los productos de la tierra tampoco funcionó (v.9); enfermedad y violencia de guerra, aunque muy grande, no funcionó (v.10); destrucción tan terrible que escaparon pocos no funcionó (v.11). Como Faraón (Exodo 7-11) endurecieron sus corazones y no entendieron que Dios los afligía para que meditaran sobre sus caminos (Hageo 1:5-11) y se corrigieran. El Señor nos castiga para que no seamos condenados con el mundo: la corrección de Dios es una misericordia (1a de Corintios 11:32). ¿Pero si rechazamos ese castigo? ¿Si nos endurecemos ante la misericordia severa de la corrección? ¿Ya que esperanza puede haber para nosotros? Hermanos, al estar afligidos no necesariamente es porque estamos mal (consideren el ejemplo de Job); pero deberíamos de examinarnos, de considerar nuestra forma de vivir y si estamos fuera de las normas bíblicas con humildad arrepentirnos y pedir perdón y fuerza para cambiar. Pero ¿qué garantiza nuestra destrucción? El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él medicina (Proverbios 29:1).


Su falta de arrepentimiento ha garantizado su fin, el juicio terrible de Dios. Cuando Dios anunció destrucción contra Nínive y se arrepentieron detuvo su mano (Jonás 3:4-10); y en Jeremías 18:7,8 Dios dice que ese su forma de proceder: cuando hay conversión él no hace el mal anunciado. Pero el pueblo de Israel no se ha arrepentido: de hecho, no se arrepintieron, entonces tendrán que encontrarse con Dios. Amós les dice que se alisten para esto: prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel (v.12).


IV. Dios personalmente toma venganza de los pecadores, vv.12,13; Isaías 1:24; 2a de Corintios 5:10. El pueblo de Israel tiene que encontrarse con Dios. Sus pecados amontonados en sus prácticas religiosas y agravados por su obstinada persistencia en ellos apesar de las llamadas al arrepentimiento han garantizado su castigo. Y el Dios con quien se tienen que enfrentar es un Dios temible. Es su Dios –o sea que han pecado contra la gracia al desobedecerlo porque él entro en pacto con ellos. Y este Dios que han ofendido es el Dios creador, el omnipotente: es también el Dios escudriñador, el omniciente. Es el Dios preservador y enaltecido, el Dios soberano quien todas las cosas obedecen (Salmo 119:91). ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él? (1a de Corintios 10:22); ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quien podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores (Malaquías 3:2). No hay manera de ocultar de él los secretos de nuestros corazones: él conoce los secretos del corazón (Salmo 44:21: véase también Jeremías 17:9,10); no podemos salir del alcanze de su poder. Tiene el poder y el conocimiento para juzgar: además tiene el derecho de hacerlo. ¿Qué responderemos ante Dios? ¿Cómo nos prepararemos para este encuentro? Un encuentro con Dios es algo tremendo. Porque nuestro Dios es fuego consumidor (Hebreos 12:29).


Dios en un Dios de justicia absoluta e inflexible. El pecado siempre trae castigo: Dios lo garantiza. Aquí nos ha asegurado que apesar de los refugios que los hombres crean, no habrá escape para los obstinados en pecar. Al contrario, viene el encuentro con Dios.


Pero es posible que el hecho que Dios les avisa que tendrán que encontrarse con él es una llamada final al arrepentimiento. Saber que tenemos que aparecer ante Dios para ser juzgados es una realidad solemne: debe de hacernos reflexionar y llevarnos al arrepentimiento. Tienen oportunidad todavía para alistarse, para prepararse para este encuentro con Dios. Y esta idea recibe apoyo en que Pablo representa un encuentro con Dios, esto que es tan temible, como algo glorioso y deseado. Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2:13). Pablo llama la manifestación de nuestro gran Dios una esperanza bienaventurada. En 2a de Timoteo 4:8 dice que él ama la venida del Señor, y que espera en ese día recibir una corona de justicia. Osea que para Pablo el juicio no es algo que teme, sino algo que desea, algo que anticipa. ¿Como es posible? Buena, tiene una buena conciencia (2a de Timoteo 4:6,7); pero ¿eso como es posible? Si Pablo se llama el primero de los pecadores (1a de Timoteo 1:15) ¿como va a tener una buena conciencia? ¿Cómo podemos estar listos para el encuentro con Dios? Porque ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús...quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros (Romanos 8:1,33,34). Por medio de Cristo, estando unidos a él, participando en su muerte y resurrección y vida nueva no tenemos qué temer. El refugio adecuado de la ira de Dios es el Señor Jesucristo, quien juntamente con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina eternamente. Amén.

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  • Ruben
  • D.F., Mexico
  • Soy un cristiano, dedicado a la teología reformada, como la mejor expresión de la enseñanza de la Bíblia, y por lo tanto el sistema teológico que más glorifica a Dios. No soy yo quien aparece en la foto en mi perfil. Pero me gusta como se ve de todos modos.
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