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La actitud de Faraón hacia Dios y su adoración en Exodo 5

Cuando el pueblo de Dios estaba en cuativerio en Egipto, la parte más grande de sus afflicciones venía por el mandamiento de Faraón. Fue uno de estos reyes de Egipto que mandó matar a los niños de los hebreos, y quien les esclavizó (Exodo 1:8-22). Y cuando Moisés y Aaron vienen a Egipto para librar a los hebreos, encuentran que el presente rey (se da el título de Faraón a los reyes egipcios) era un hombre duro y tuvieron gran dificultad al hablar con él. Era una persona que aunque por un momento piensa hacer lo correcto, cuando se le quita la presión regresa a lo que le conviene (por ejemplo, Exodo 8:28-32). En el capítulo 5 de Exodo Faraón expresa sus actitudes hacia Jehová y su adoración. Entender que él se siente así acerca de su Creador hace más fácil comprender sus otras acciones y actitudes.
Moisés y Aarón le traen el mandamiento de dejar ir al pueblo para que le sirvan, y Faraón responde: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel, v.2. Faraón no reconoce los derechos de Dios; no entiende que él manda. Si se hubiera detenido en la primera claúsula hubiera sido una pregunta muy buena. ¿Quién es Jehová? Dios mismo responde a ésto cuando dice: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación (Exodo 34:6,7). Pero Faraón no se interesaba en saber esto: simplemente piensa que Jehová no tiene derecho de mandarlo. Los que no conocen a Dios (como Faraón admite de sí mismo) tampoco le obedecen.
Si tiene esta actitud de desprecio hacia el Dios verdadero, no es sorprendente que Faraón tampoco estima mucho la adoración de Jehová. Dice en los vv.8,9, hablando a los cuadrilleros y capataces: Y les impondréis la misma tarea de ladrillo que hacían antes, y no les disminuiréis nada; porque están ociosos, por eso levantan la voz diciendo: Vamos y ofrezcamos sacrificio a nuestro Dios. Agrávese la servidumbre sobre ellos, para que se ocupen en ella y no atiendan a palabras mentirosas. Parece que almenos para sus esclavos, Faraón considera que el deseo de adorar a Dios es algo que solamente les llega porque no tienen suficiente para hacer: y también, que adorar a Dios es una distracción del trabajo verdaderamente importante. El pueblo no rinde como el quiere porque desean sacrificar a su Dios. Para él, con su actitud hacia Dios, esto es lógico. ¿Pero cuántas veces nosotros, que decimos ser cristianos e hijos de Dios, compartimos la misma actitud? ¿Cuántas veces sentimos que la adoración de Dios es menos importante que el trabajo? ¿Cuántas veces pensamos que los que ponen prioridad en esto son fanáticos? ¿Cuántas veces no queremos ser distraídos de lo que verdaderamente nos gusta para adorar a Dios? Pero si compartimos la actitud de Faraón hacia la adoración de Dios, ya sea en los servicios públicos de la iglesia o en nuestras casas, es preciso preguntarnos si no compartimos también, aunque sea secretamente, su actitud hacia Dios mismo. Los que respetan y conocen y temen y aman a Dios entenderán con el salmista: Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad (Salmo 84:10).
Estas actitudes de parte de Faraón resultan en más opresión para los hebreos. Muchas veces ha sido así: en la unión soviética intentaron tener una semana de diez días, con el propósito de impedir que la gente pudiera tener el hábito de asistir a las iglesias. Era muy pesado y difícil para todos, pues trabajaban nueve días y descansaban solamente uno. Pero los que no respetan a Dios, almenos que él en su misericordia los controla, tampoco se compadecen de los hombres. Los que no entienden que el hombre es un ser espiritual, que necesita la adoración, tampoco piensan en sus necesidades físicas, almenos que Dios en su bondad refrene el progreso de su pecado.
Nuestra relación con Dios, nuestra actitud hacia él es central, fundamental, crítico para toda nuestra vida: y el estado de esa relación, el carácter de esa actitud, se manifiesta en nuestros sentimientos acerca de alabarle, y la manera en que tratamos a los seres que él creó en su imagen.

About me

  • Ruben
  • D.F., Mexico
  • Soy un cristiano, dedicado a la teología reformada, como la mejor expresión de la enseñanza de la Bíblia, y por lo tanto el sistema teológico que más glorifica a Dios. No soy yo quien aparece en la foto en mi perfil. Pero me gusta como se ve de todos modos.
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