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¿Por qué no nos escucha Dios?

La Bíblia enseña que hay ciertas barreras a la oración. Hay ciertas cosas que nos impiden orar, por supuesto: para aquí quiero mencionar más bien lo que impide que Dios nos escuche cuando oramos.
En primer lugar, algo que hace nuestras oraciones no sean aceptas, es cuando no recibimos la palabra de Dios. Proverbios 28:9 dice: El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominación. Esto es perfectamente lógico: tenemos la confianza que Dios nos escucha si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad (1a de Juan 5:14). Pero como su palabra es donde encontramos su voluntad, sin escuchar la palabra no podemos pedir conforme a su voluntad. Pero también debemos pensar esto de una forma más sencilla. ¿Si nosotros no estamos dispuestos escuchar a Dios, el sabio e infinito Creador, por qué vamos a pensar que él querrá escucharnos a nosotros, pecaminosos y pequeños humanos? Y esto lo confirma Zacarías 7:13: Y aconteció que así como él clamó y no escucharon, también ellos clamaron, y yo no escuché, dice Jehová de los ejércitos.
En segundo lugar, no prestar atención a los necesitados también impedirá que obtengamos la atención de Dios. Proverbios 21:13 dice: El que cierre su oído al clamor del pobre, también él clamará, y no será oído. Aquí podríamos comparar lo que Cristo dice acerca del perdón. Nos enseñó: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas (Mateo 6:14,15; compare Mateo 18:21-35). No es que esperemos ganar o merecer la atención o el perdón de Dios por lo que nosotros hagamos; pero si queremos ser escuchados, ¿cómo rehusaremos escuchar a otros? Si queremos ser perdonados ¿cómo rehusaremos perdonar? Ante Dios venimos en la postura de los sumamente necesitados: si nosotros ignoramos a los necesitados que se presentan ante nosotros, ¿por qué esperamos recibir un trato distinto?
En tercer lugar, abusar en el contexto de nuestras relaciones humanas es un estorbo a la oración. 1a de Pedro 3:7 dice: Vosotros, maridos, igualmente vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. Obviamente puede ser que los conflictos en la familia, un esposo que abusa y no trata a su esposa con cariño podría dejar de orar por eso. Es decir, el estorbo podría ser que él deja de orar. Pero la experiencia humana nos indica que no siempre es así: que un esposo que no manifiesta amor para su esposa no siempre deja de orar. Y en ese caso también, sus oraciones tienen estorbo. Es interesante notar que Pedro, bajo inspiración divina, concluye que el pensamiento de tener estorbo en sus oraciones motivará a los maridos cristianos a tratar dignamente a sus esposas. ¿Tenemos nosotros esa actitud, que el pensamiento que Dios no nos oirá es algo terrible, algo que nos mueve a cambiar nuestra manera de proceder? ¡Ojalá que Dios nos diera a todos a entender que nuestras relaciones con los demás impactan nuestra relación con él, y vice versa!
En cuarto lugar, la violencia se interpone entra nuestras oraciones y el Dios vivo para que él no nos escuche. Dice Isaías 1:15: Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Alzar las manos a Dios es una expresión que señala orar (en 1a de Timoteo 2:8, por ejemplo, se combinan estas cosas). Pero si nuestras manos están llenas de sangre, ¿cómo las levantaremos a Dios? Es un principio que se podría aplicar ampliamente: si mi boca está llena de maldición ¿cómo hablaré a Dios con mis labios? Si mi mente está llena de rencor y envidia, ¿cómo alzaré mis pensamientos al Dios puro?
En quinto lugar, el invocar a dioses ajenos impide que Dios nos escuche. Aquí cabe aclarar que obviamente Dios sabe lo que decimos: pero puede ignorarnos. Jueces 10:10-16 dice: Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, diciendo: Nosotros hemos pecado contra ti; porque hemos dejado a nuestro Dios, y servido a los baales. Y Jehová respondió a los hijos de Israel: ¿No habéis sido oprimidos de Egipto, de los amorreos, de los amonitas, de los filisteos, de los de Sidón, de Amalec y de Maón, y clamando a mí no os libré de sus manos? Mas vosotros me habéis dejado, y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no os libraré más. Andad y clamad a los dioses que os habéis elegido; que os libren ellos en el tiempo de vuestra aflicción. Y los hijos de Israel respondieron a Jehová: Hemos pecado; haz tú con nosotros como bien te parezca; sólo te rogamos que nos libres en este día. Y quitaron de entre sí los dioses ajenos, y sirvieron a Jehová; y él fue angustiado a causa de la aflicción de Israel. El concepto es muy sencillo. Si buscan a los otros dioses en los tiempos de prosperidad, pues que acudan a ellos en tiempos de adversidad también. Esto obviamente sería rogar a un dios que no salva (Isaías 45:20). El Señor Jehová no es un servicio de emergencia. El es el soberano Dios: exige nuestra lealtad absoluta. Pero puedo alentarnos saber que cuando rechazaron sus ídolos, que Dios los oyó.
En sexto lugar, aprobar concientemente cualquier pecado en nuestras vidas es un obstáculo para que Dios apruebe nuestras oraciones. Salmo 66:18 dice: Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Esto se relaciona con los puntos anteriores. Mirar a la iniquidad no es escuchar a la palabra de Dios: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo (2a de Timoteo 2:19). Entonces todo tipo de pecado es deslealtad a Dios.
Aquí vale la pena recordar que Dios oye la oración de los humildes a traves de Cristo (Lucas 18:9-14; Juan 16:23). Si no, tendríamos que ser perfectos antes de ser escuchados. Pero gracias a Dios, el es el Dios perdonador: sí pide que nuestros corazones no sean divididos: pero oye a los imperfectos quienes están en la perfección de su Hijo.
Por último, podemos agregar que no es solamente que Dios no presta atención, que ignora las peticiones de las personas en las categorías expuestas: los rechaza con vigor. El sacrificio de los impíos es abominación; ¡cuánto más ofreciéndolo con maldad! (Proverbios 21:27). El servicio religioso, aún el servicio religioso que Dios manda, tal como eran en ese entonces los sacrificios, es abominación cuando viene del inicuo. Esto es algo se enseña también 1a de Samuel 15:22, por ejemplo: Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. (Compare también Isaías 1:11-20; 58:1-14.) Nuestras oraciones no serán aceptos si tenemos apariencia de pieded pero negamos la eficacia de ella (2a de Timoteo 3:5).
En estos siete puntos, aunque no hemos visto todos los textos bíblicos que tratan de esto, hemos visto suficientes para establecer que hay cosas que impiden que Dios nos oye: y se puede resumir esas cosas bajo el nombre de pecado. Ya sea el pecado de violencia, de ser un esposo malo, de ignorar a los pobres o no escuchar la palabra del Señor. En cuanto a la oración es cierto que vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír (Isaías 59:2). Obviamente tenemos que distinguir entre el hecho que Dios nos escuche y nos diga “no” y que Dios ignore nuestras oraciones. Pero la reprensión de Santiago sigue siendo válida: no tenéis lo que deseáis porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites (Santiago 4:2,3).

About me

  • Ruben
  • D.F., Mexico
  • Soy un cristiano, dedicado a la teología reformada, como la mejor expresión de la enseñanza de la Bíblia, y por lo tanto el sistema teológico que más glorifica a Dios. No soy yo quien aparece en la foto en mi perfil. Pero me gusta como se ve de todos modos.
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