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El Pecado y Dios

El pecado afectó nuestro ser, y nuestras relaciones con los demás. Alteraron también nuestras relaciones con Dios.
Despues de desobedecer a Dios, Adán y Eva se esconden de él (Génesis 3:8). Adán dice que tuvo miedo de Dios. Antes existía confianza, ahora hay miedo (un concepto que se tiene que contrastar con el temor de Jehová). Es obvío que las cosas no son iguales entre Dios y el hombre. De parte del hombre hay una desconfianza en Dios.
Pero la Bíblia dice que es aún más profundo el cambio en la actitud del ser humano hacia Dios. Romanos 8:7 dice así: Por cuanto la mente carnal es enemistad contra Dios. Hemos llegado a ser los enemigos de Dios; no nos sometemos a él, sino que nos oponemos. Esto se expresa en el Salmo 2:1-3. ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. Esta rebeldía incluye una falta de respeto: La iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos (Salmo 36:1).
Departe del hombre, por lo tanto, podemos decir que hay desconfianza y rebelión. El ser humano, además de faltar en amor y confianza para con Dios, también se opone, blasfema, resiste y carece de la reverencia debida a Dios.
Pero tenemos que distinguir entre estas reacciones, porque la reacción de desconfianza tiene cierta base en la realidad. Es el testimonio de la conciencia del hombre que no está bien con Dios. Y este testimonio de la conciencia se confirma por la declaración de la Escritura. Dios está airado contra el impío todos los días (Salmo 7:11); Pablo declara que antes de la conversión somos hijos de ira (Efesios 2:3). No es solamente que nosotros estamos disgustados con Dios (aunque esto obviamente es síntoma pecaminosa de nuestro pecado profundo); Dios está disgustado con nosotros. Aborreces a los que hacen iniquidad (Salmo 5:5). Estamos bajo la ira de Dios (Romanos 1:18). Su enojo en contra de nuestro pecado y su odio de nuestra corrupción nos llevan a quizá la más fundamental de las problemas que nos atraímos por el pecado: que Dios está en nuestra contra. Nosotros somos sus enemigos –y él es nuestro enemigo.
En la salvación, por lo tanto, no basta que algo cambie nuestros corazones para que nos acerquemos a Dios en vez de huir de él; algo tiene que también apaciguar la ira de Dios en nuestra contra. Es decir, no basta que nosotros seamos reconciliados con Dios (aunque sin eso no hay salvación); si vamos a ser salvos, Dios tiene que ser reconciliado con nosotros.

About me

  • Ruben
  • D.F., Mexico
  • Soy un cristiano, dedicado a la teología reformada, como la mejor expresión de la enseñanza de la Bíblia, y por lo tanto el sistema teológico que más glorifica a Dios. No soy yo quien aparece en la foto en mi perfil. Pero me gusta como se ve de todos modos.
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