« Home | La Serie de Amós » | Amós 9 (2) » | Amós 9 (1) » | Amós capítulo 8 » | La Santa Cena y Oposición a la Palabra de Jehová » | Amós 7 (2) --Oposición a la Palabra de Jehová » | Amós 7 (1) --La Oración y el Juicio » | Amós capítulo 6 » | Amós capítulo 5 » | Celos Y Paciencia #2 »

Adoptados Hijos de Dios

Introducción

Para entender la adopción es necesario entender que incluye dos conceptos: significa que los adoptados son hijos, pero al hablar de hijos eso automáticamente implica que hay un padre, y vice versa. Un hombre sin hijos no es padre; y sin padre alguien no es hijo. Entonces aveces ocuparemos versículos que no ocupan la palabra hijo o adopción, pero sin embargo se relacionan con este tema porque contiene la idea de paternidad, y por lo tanto también están relacionados con este concepto. Como somos adoptados en una familia, donde hay más hijos, otro concepto relacionado es la hermandad. Cuando yo entro en una familia, soy hermano de todos los que tienen el mismo padre que yo adquirí.


I. La adopción es un don de Dios, 1a de Juan 3:1, Efesios 1:5, Romanos 9:8, Gálatas 4:28, Romanos 9:25,26, Gálatas 4:27. La adopción es el colmo de las bendiciones que Dios derrama sobre nosotros. Es por su amor que nos hace hijos. El propuso hacer esto antes de la fundación del mundo –es decir, fue el propósito de Dios adoptar hijos, y él escogió quienes serían y lo prometió y lo anunció de antemano, solamente según el beneplácito de su bendita voluntad: esto significa que no es algo que ganamos, que es su gracia, y no nuestros méritos: entonces no es algo que se pueda perder, porque no depende de nosotros, sino de Dios. La adopción es algo que Dios hace libremente por su gracia a personas inmerecedoras. Solamente por su amor, nos predestinó para recibir este privilegio.


II. La adopción confiere un estatus legal inalterable, Juan 1:12; Juan 8:35; Gálatas 4:30,31. En Juan 1:12 aprendemos que Cristo da a todos los que le recibieron, es decir, los creyeron en él, la potestad, el derecho, la autoridad de ser llamados hijos de Dios. Frente a la ley divina, somos considerados como parte de la familia de Dios. Y esto no es algo que varía de día en día, que un día soy hijo y al otro día ya no. Es una posición incambiable, porque aunque los esclavos no permanecen en la casa, los hijos sí. Aunque un siervo puede llegar al final de su servitud, aunque un esclavo puede ser vendido, el hijo siempre estará en casa. No depende de mí, entonces yo no lo puedo perder: y Dios ha hecho algo permanente al recibirme como su Hijo.


III. La adopción nos llega en unión con Cristo, Juan 1:12,13; Efesios 1:5; Gálatas 3:26; 1a de Juan 2:23; Gálatas 4:4,5; Juan 20:17; Mateo 3:17; Mateo 17:5; Mateo 11:27; Juan 1:14; Juan 3:16; Hebreos 1:5; Hebreos 2:10-13. Si no somos unidos a Cristo no tenemos esta gracia de la adopción. Esto se sugiere por el hecho de que es otorgada en nuestra recepción de Cristo; que somos predestinados para la adopción por medio de Jesucristo; que somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; y que si no tenemos al Hijo, tampoco tenemos al padre. Para ser hijos de Dios, es necesario ser unidos mediante la fe al Señor Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios. Ahora como Jesús mismo indica a María después de su resurrección, nosotros no somos Hijos de la misma manera que él. El distingue cuidadosamente entre su Padre y nuestro Padre. El comparte la naturaleza divina: él es Dios al igual que el Padre. Padre, Hijo y Espíritu Santo son un solo Dios. Entonces el es el Hijo en un sentido ontológico, cosa que no es y nunca será cierta de nosotros. Pero Dios Padre es el Padre del Hijo y también nuestro Padre. La relación no es idéntica, pero es parecida. Aunque con una diferencia en la manera de la relación tenemos al mismo Padre, y entonces estamos estrechamente relacionados con Cristo Jesús. Entonces se refiere a sus discípulos y a nosotros como hermanos.


IV. La adopción impone deberes

A. De ser como Dios, Efesios 5:1; Romanos 8:29; 2a de Corintios 6:17,18; 1a de Juan 3:3; 1a de Pedro 1:13-17; Juan 8:39; 1a de Pedro 3:6; 1a de Juan 3:10; Efesios 5:8; Mateo 5:9; Filipenses 2:14,15; Mateo 5:43-48; Lucas 6:35. Si pensamos en Dios como Padre, si de hecho lo es, tenemos que actuar en una manera correspondiente: tenemos que imitarlo en lo que nos corresponde: tenemos que ser hijos obedientes como Cristo lo fue. Obviamente no vamos a ser como Dios en soberanía, por ejemplo, o pensando que la venganza es nuestra (Deuteronomio 32:35); pero vamos a ser buenos a los que son malagradecidos, vamos a alejarnos de la maldad, vamos a purificarnos, vamos a ser santos como Dios es Santo. Los hijos son como los padres: entonces comportémonos como agrada a Dios, siendo pacificadores, actuando sin contiendas, siendo buenos a los que no lo merecen como es digno de los hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.

B. De amar a los hermanos, 1a de Juan 3:10,11,16-18,14,15. La persona que no ama a su hermano, de plano no es hijo de Dios. Eso no es una referencia a los sentimientos: significa poner nuestra vida por los hermanos: significa ayudarlos en lo que podamos. Si Dios Padre en amor escogió a otras personas para recibir la misma adopción que yo recibí, simplemente no tengo el derecho de no amarlo. En conformidad a Dios, tengo que amar a quienes él amó. ¿Quien soy yo para no amar a alguien quien Dios amó?


Creo que también deberíamos pensar que si Dios nos adoptó de pura gracia y para su gloria, que los que estamos casados deberíamos orar y reflexionar acerca de adoptar a un niño necesitado. ¿No sería un servicio honrado poder compartir a mi medida el gozo de mi adopción para la gloria de Dios? Dios no nos manda directamente que adoptemos, pero si quiere que proveamos para los huérfanos (Deuteronomio 24:19, 26:12), y siendo que él ha sido abundantemente misericordioso para nosotros, debemos almenos pedir que nos haga dispuestos para hacerlo y que provea si es su voluntad. Es decir, vamos a ofrecernos a Dios para este servicio, y dejar que él disponga de nosotros.


V. La adopción otorga privilegios

A. El Espíritu Santo para darnos

1. El carácter de los hijos de Dios, Gálatas 4:6; Romanos 8:14,15; Efesios 1:4,5; Romanos 8:29. Siendo que Dios nos ha adoptado, que somos hijos, tenemos el Espíritu que nos enseña a verlo como Padre. Es un hijo malo que no reconoce a su padre, y Dios no nos ha abandonado a esa condición, sino que por medio del Espíritu lo invocamos como Padre. Además, no se puede separar la adopción de la santidad, de ser conformados a la imagen de Cristo: Dios nos escogió para ser santos, y nos predestinó para ser adoptados y para ser conformados a la imagen de Cristo. Siendo que tenemos la posición, también, por la gracia de Dios, tendremos el carácter, de los hijos de Dios. De hecho, el Espíritu guía a todos los hijos de Dios en caminos de santidad.

2. La confianza de ser los hijos de Dios, Romanos 8:15,16. El Espíritu Santo es también el Espíritu de adopción, quien testifica juntamente con nuestros espíritus de que somos los hijos de Dios. Dios quiere que sepamos, que tengamos la confianza, de que verdaderamente somos sus hijos. Siendo Padre bueno, quiere que comprenda, que sienta, que él sí es un Padre amante para mí. No podría saberlo si no fuera cierto (aunque podría erroneamente opinarlo); pero el Espíritu Santo viene a los hijos predestinados de Dios para que sepan que Dios es su Padre.

B. Atención a nuestras oraciones, Mateo 7:11. El argumento es muy sencillo. Nosotros respondemos a nuestros hijos, y les damos lo que piden (almenos lo que consideramos que es bueno para ellos). Pero bueno, nosotros somos malos, y Dios es bueno. Si aún nosotros escuchamos a nuestros hijos, es imposible pensar que nuestro Padre Dios, no nos escuchará a nosotros. Al ser su Hijo tengo el derecho de acercarme a él, y la confianza de que seré escuchado: si no me da algo, es porque en ese momento no es para mi bien.

C. Provisión para nuestra necesidades, Mateo 6:30-32. En el contexto Jesús ha hablado de cómo Dios provee por las aves y los lirios. Es ilógico preocuparnos, pues Dios tiene todo el poder necesario para suplir nuestras necesidades: él sabe perfectamente lo que necesitamos; y él es nuestro Padre. ¿Cómo podemos pensar que fallará en darnos lo necesario? Cuando no nos da algo que nos parece urgente, será que no es verdaderamente necesario, o que piensa darnos algo mejor.

D. Una herencia juntamente con Cristo, Romanos 8:17; Gálatas 4:7; Apocalipsis 21:1-7. En unión con Cristo, siendo hijos, recibimos los beneficios que tienen los hijos, incluyendo la herencia. A lo mejor aquí somos pobres y afligidos: pero no nos dejemos molestar por estas cosas. En las visiones de Juan entendemos que la herencia que Dios ha reservado para nosotros excede nuestra capacidad para desear.

E. Disciplina paternal, Hebreos 12:4-11; Hebreos 5:8; Proverbios 13:24. Siendo justificados no pasamos por la ira de Dios; pero siendo adoptados recibimos su corrección. La disciplina es algo que le corresponde a los hijos verdaderos, y es un privilegio, pues es para nuestro bien. No nos gusta, por supuesto, pero debemos entender que aún aquí compartimos con Cristo: aunque por supuesto él no tuvo defectos para ser corregidos, sin embargo, aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia. La disciplina es otro don de Dios, es un privilegio y una prueba de amor. Es lógico, entonces, que somos exhortados a soportar la disciplina y obedecer a Dios también en este aspecto. Un padre que verdaderamente ama a su hijo no lo deja sin corrección, entonces con reverencia y sumisión aceptemos este alto privilegio, de tener a Dios mismo corrigiéndonos como hijos para que participemos de su santidad.

F. Esperanza de más, Romanos 8:19-23; 1a de Juan 3:2. Aunque hay todos estos beneficios, todavía hay algo más. Las bendiciones de Dios no se han agotado con lo que tenemos ahora, aunque es algo tan grande que apenas comenzas a entenderlo. Todavía falta la resurrección: la redención de nuestro cuerpo, que completa, por decirlo así, la adopción: en ese entonces seremos manifestados como los hijos de Dios. Todo lo que eso será no se puede explicar, pero basta con decir que el amor de Dios en la adopción todavía no se agota, aunque hemos recibido cosas tan grandes como lo que acabamos de comentar.


Ciertamente no puede haber algo más grande que la promesa de Dios, vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso (2a de Corintios 6:18).


Conclusión

Para que nosotros tuvieramos esta posición, estos privilegio, era necesario la mediación de Cristo: en unión con él somos hijos. Y para hacer esto se encarnó, tomó nuestra naturaleza a sí mismo (Hebreos 2:14-18). El pan y la copa aquí nos recuerdan que Cristo es verdaderamente hombre, partícipe de nuestra naturaleza completa. Tuvo un cuerpo que se podía herir; sangre que se podía derramar; un alma que podía sufrir. En el jardín de Edén, Eva cayó frente a la tentación de ser como Dios, de rebasar la distinción entre el Creador y su creación; para redimirnos de esa caída, Dios mismo traspasó esa distinción, asumió la naturaleza humana. Nosotros queríamos ser dioses, y esa transgresión trajo sobre nosotros todo el sufrimiento que ha pasado la raza humana en su historia trágica: pero Dios quizo ser hombre para salvarnos de esa transgresión y sus efectos. Y ahora, en la gracia, esa tentación original ha sido conquistada. ¿Cómo podemos estar disatisfechos con ser humanos, cuando Dios el Hijo también lo es? ¿Como podemos estar disastisfechos con ser como nuestro amado Salvador en Su humanidad?

About me

  • Ruben
  • D.F., Mexico
  • Soy un cristiano, dedicado a la teología reformada, como la mejor expresión de la enseñanza de la Bíblia, y por lo tanto el sistema teológico que más glorifica a Dios. No soy yo quien aparece en la foto en mi perfil. Pero me gusta como se ve de todos modos.
My profile
Powered by Blogger
& Blogger Templates
Hosted by WebsiteMaven