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Dolor y Dios: ¿Cómo Pueden Co-Existir?

Recientemente estaba leyendo una novela autobiográfica por Annie Dillard –Una Niñez Americana. Hacia el final del libro ella suscita el problema del dolor: ¿cual es la relación de Dios al dolor? ¿Como es posible que un Dios omnipotente y amoroso permita el dolor? Menciona que no quedó satisfecha con la respuesta de C.S. Lewis en su libro conocido, El Problema del Dolor.

Si somos personas compasivas, no cabe duda que hay una dificultad emocional. Cuando escuchamos del sufrimiento de los animales, de los niños, de los ancianos, de los descapacitados, provoca una incomodidad moral en nuestro ser. Y surge la pregunta de cómo podemos creer en un Dios no solamente benevolente, sino también poderoso, en frente a los sufrimientos tremendos que pasa la gente por la guerra, las enfermedades, la violencia familiar, y todas las cosas que perjudican a una persona que no se lo ha merecido.

Hay varias respuestas a esta pregunta. Obviamente podemos excluir las respuestas que dirían que Dios no puede controlar el dolor del mundo, o que no sabe el futuro, o que no tiene poder adecuado, o que los hechos de los hombres y de los ángeles están fuera de su control, simplemente porque estas respuestas no concuerdan con la enseñanza bíblica que Dios es omnipotente y omniciente (p. ej., Amós 9; Salmo 139). De la misma manera, podemos descartar toda sugerencia que Dios es maligno y por eso permite la maldad (Deuteronomio 32:4; Salmo 145:17).

Ahora, hay personas que hacen estas preguntas en una manera muy agresiva, exigiendo una respuesta a Dios, actuando como si ellos tuvieran el derecho de altercar con Dios. Para tales personas la Biblia tiene la respuesta (en Job, en Romanos 9, en Daniel 4, entre otros) que Dios no tiene que rendir cuentas de sí mismo. Es más, nosotros, como su creación, pecamos al actuar como si moralmente fuesemos superiors a él. El es el alfarero; nosotros barro. ¿Cómo le responderemos? Ahora es obvio que esta respuesta no satisfacerá a una persona obstinada. Pero sí sirve para voltear la pregunta, para que nosotros nos aseguramos de ser justos, antes de acusar a Dios de injusticia. Y eso manifiesta otra parte de esta respuesta, que es que nosotros somos malos (y si Dios no fuera bueno no sabríamos distinguir: sin Dios, el concepto de “bueno” y por tanto el concepto de “malo” carecen de sentido). ¿Apoco es correcto que el Dios puro e incambiable, el Dios santo de Santiago 1, sea investigado, condenado y corregido por seres cuyo corazón tiene tales profundidades de iniquidad que ellos mismos se engañan? Es una locura.

Entonces la primera respuesta a esta pregunta importante acerca de Dios y el dolor es simplemente negar que nosotros tenemos el derecho de exigir una respuesta: y mucho menos, entonces, tenemos el derecho de pronunciar que Dios es malo. Si lo que Dios hace me parece mal, soy yo quien está mal. Si Dios quiere ayudar a un alma compasiva que sufre con los sufrimientos del mundo a entender el por qué, eso ya es otra cosa: pero no es nuestro súbdito para que le obliguemos. Dios es el juez, no nosotros: nosotros tenemos que responderle a él, y no vice versa.

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About me

  • Ruben
  • D.F., Mexico
  • Soy un cristiano, dedicado a la teología reformada, como la mejor expresión de la enseñanza de la Bíblia, y por lo tanto el sistema teológico que más glorifica a Dios. No soy yo quien aparece en la foto en mi perfil. Pero me gusta como se ve de todos modos.
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