El Contexto Interior de los Argumentos
Todo argumento procede en base de ciertas presuposiciones, un ambiente mental que da vigor a los elementos del argumento. Aveces vemos que un argumento que constriñe a una persona, deja a otro inmovido: entre otros motivos, puede ser porque uno tiene las presuposiciones que hacen el argumento convencente (o las presuposicione que hacen del argumento una tontería compuesta de lo burdo y lo absurdo).
Un area de estudio muy fructífero para el desarrollo de una teología sistemática, y para una obediencia mental a la Biblia, es el de identificar estas presuposiciones, y tomarlas como parte de nuestra manera de pensar. Por ejemplo, en Romanos 3:27 y 28 Pablo concluye que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de ley. Conluye esto en base de lo que dijo en el v.27, que la jactancia no queda excluida por la ley de las obras, sino por la ley de la fe. ¿Cual es su presuposición? Que la justificación verdadera no deja lugar para la jactancia humana. Con esa regla puede distinguir entre justificación por las obras o justificación por la fe: y con esa regla, la justificación tiene que ser por la fe, no por las obras, precisamente porque las obras dejarían lugar para la jactancia. El argumento se puede poner en una manera más formal:
1. La justificación excluye jactancia.
2. Las obras permiten jactancia.
3. La justificación no puede ser por obras.
Pablo menciona el 2 explícitamente, pero en este texto toma el 1 como hecho, como presuposición. Si queremos ser totalmente fiel a la palabra de Dios, tenemos que identificar estas presuposiciones y pensar dentro de los parámetros que nos dan.
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