Después de esta fidelidad
El rey Ezequías vino al trono de una nación muy desubicada. Su padre, Acaz, había provocado la ira de Dios contra el pueblo de Judá con sus maldades (2a de Crónicas 28:25). Pero cuando Ezequías llega a ser rey, inmediatamente comienza a restaurar las cosas. Abre y limpia la casa de Dios; celebra la pascua, invitando aún a personas de las diez tribus de Israel; destrozó los ídolos que se habían levantado. Ezequías se entregó con fervor y diligencia al servicio de Dios, haciendo todo lo posible para que toda la nación estuviera bien ante Dios.
Después de estas cosas y de esta fidelidad, vino Senaquerib rey de los asirios e invadió a Judá, y acampó contra las ciudades fortificadas, con la intención de conquistarlas. (2a de Crónicas 32:1)
Después de tanta fidelidad a lo mejor esperaríamos tranquilidad, reposo para Ezequías. En vez de eso le llega una prueba muy fuerte. Esta prueba no le llegó por su maldad: la Biblia nos recuerda su fidelidad mientras introduce el relato de esta prueba. Otros ejemplos del mismo principio serían David, quien peleando las batallas de Dios provocó la ira de Saúl y entró por eso en muchas dificultades: de Job, llamado por Dios un hombre recto, quien perdió sus bienes y su familia sin causa (Job 2:3); Abraham, quien caminando con Dios recibió el orden de matar a su hijo Isaac. Lo que queda establecido por esto es que las pruebas no tienen que ser una respuesta a nuestra maldad. Pueden ser, pero no necesariamente son, una llamada al arrepentimiento. Pueden ser, pero no necesariamente son, una indicación de que estamos ofendiendo a Dios. Pero también pueden ser una invitación para conocerlo más. David compuso muchos de sus salmos mientras huía de Saúl, o mientras reflexionaba en sus experiencias de ese tiempo. Job aumentó en su conocimiento de Dios (Job 42:5) por sus dificultades. Abraham entendió que Dios es el Dios que resucita a los muertos por su prueba con Isaac (Romanos 4:16-25; Hebreos 11:17-19). y Ezequías tuvo oportunidad de ver el poder de Dios. Por un ángel que Jehová envió el ejército de Asiria fue destruida. Y Senaquerib mismo, mientras estaba en el templo de su Dios, fue matado por dos de sus hijos (2a de Crónicas 32:21). Es decir, Ezequías vió que Dios es el Dios quien destruye a ejércitos como si fuera nada: y vio también que el dios de Senaquerib no podía proteger a sus adoradores ni siquiera en su propia casa. Por medio de esta prueba, entonces, Ezequías pudo ver que Jehová es el Dios verdadero, el Dios omnipotente.
En las pruebas deberíamos meditar sobre nuestros caminos (Hageo 1:4-11) para ver si estamos mal. Pero no siempre lo seremos: no siempre indican la ira de Dios en nuestra contra. Así que, aunque las pruebas sean fuertes, reconozcamos que sirven para bien. Aceptemos las dificultades como oportunidades de conocer más a nuestro Dios maravilloso.
Después de estas cosas y de esta fidelidad, vino Senaquerib rey de los asirios e invadió a Judá, y acampó contra las ciudades fortificadas, con la intención de conquistarlas. (2a de Crónicas 32:1)
Después de tanta fidelidad a lo mejor esperaríamos tranquilidad, reposo para Ezequías. En vez de eso le llega una prueba muy fuerte. Esta prueba no le llegó por su maldad: la Biblia nos recuerda su fidelidad mientras introduce el relato de esta prueba. Otros ejemplos del mismo principio serían David, quien peleando las batallas de Dios provocó la ira de Saúl y entró por eso en muchas dificultades: de Job, llamado por Dios un hombre recto, quien perdió sus bienes y su familia sin causa (Job 2:3); Abraham, quien caminando con Dios recibió el orden de matar a su hijo Isaac. Lo que queda establecido por esto es que las pruebas no tienen que ser una respuesta a nuestra maldad. Pueden ser, pero no necesariamente son, una llamada al arrepentimiento. Pueden ser, pero no necesariamente son, una indicación de que estamos ofendiendo a Dios. Pero también pueden ser una invitación para conocerlo más. David compuso muchos de sus salmos mientras huía de Saúl, o mientras reflexionaba en sus experiencias de ese tiempo. Job aumentó en su conocimiento de Dios (Job 42:5) por sus dificultades. Abraham entendió que Dios es el Dios que resucita a los muertos por su prueba con Isaac (Romanos 4:16-25; Hebreos 11:17-19). y Ezequías tuvo oportunidad de ver el poder de Dios. Por un ángel que Jehová envió el ejército de Asiria fue destruida. Y Senaquerib mismo, mientras estaba en el templo de su Dios, fue matado por dos de sus hijos (2a de Crónicas 32:21). Es decir, Ezequías vió que Dios es el Dios quien destruye a ejércitos como si fuera nada: y vio también que el dios de Senaquerib no podía proteger a sus adoradores ni siquiera en su propia casa. Por medio de esta prueba, entonces, Ezequías pudo ver que Jehová es el Dios verdadero, el Dios omnipotente.
En las pruebas deberíamos meditar sobre nuestros caminos (Hageo 1:4-11) para ver si estamos mal. Pero no siempre lo seremos: no siempre indican la ira de Dios en nuestra contra. Así que, aunque las pruebas sean fuertes, reconozcamos que sirven para bien. Aceptemos las dificultades como oportunidades de conocer más a nuestro Dios maravilloso.
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