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El Rey Nabucodonosor y el Rey de Reyes

Hay una gran diferencia entre Dios y el hombre. Como hemos visto, parte de esta diferencia es el hecho de que nosotros somos derivados y dependientes, pero Dios es absolute e independiente. Y se podría pensar en esto de una manera más detallada; él es infinito –no tiene limites en cuanto al espacio, al tiempo, al conocimiento o al poder. Y es en éste último que me quiero enfocar esta vez.

Nabucodonosor, rey de Babilonia, era un hombre muy poderoso. Fue un hombre significante; en el libro de Daniel el capítulo 4 se dedica por completo a algo que él aprendió. Había sido el instrumento de Dios para el castigo del pueblo rebelde de Judá. Tenía un reino magnífico, autoridad extensa, y recursos vastos. Pero algo le podía tormentar. Le vino un sueño que le causó turbación. Un árbol grande, hermoso, útil fue derribado, aunque la cepa de sus raíces fueron dejadas en tierra. Nadie le podía explicar este sueño, hasta que entró en su presencia Daniel, un cautivo de la tierra de Judá. Este le pudo decir que el árbol era un símbolo del rey Nabucodonosor; era una profecía simbólica de la locura que vendría sobre éste si no se arrepintiera. Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el el reino de los hombres y lo da a quien el quiere (Daniel 4:29-32). Se ensoberbeció el rey: pensaba que la fuerza de su poder le había otorgado todo el esplendor de Babilonia. Se olvidó que era contingente, derivado, dependiente de Dios. Y olvidando eso, se le fue la razón, se hizo por un rato algo menos que un ser humano. Cuando olvidamos nuestro lugar en el orden creativo, no es para avanzar, para superarnos: es para perder nuestra humanidad. Nabucodonosor pasó un rato en esta condición; un tiempo suficientemente largo para permitir que su pelo creciera como plumas de águila y sus uñas como las de las aves. Pero al final del tiempo determinado por Dios, le fue devuelta su razón. Y habiendo experimentado esto, y regresando a la razón ésta es la confesión que hizo el gran rey Nabucodonosor: Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Daniel 4:35)

En vez de su soberbia anterior, reconoció que no le impresionaba a Dios; en vez de pensar en la fuerza de su poder, admitió que no hay quien pueda impedir a Dios. El hace su voluntad; y nadie detiene su mano. La diferencia entre Dios y el hombre, entre Dios y cualquier ser creado, es muy grande; y esta diferencia significa que Dios nunca puede ser frustrado, que siempre logra lo que quiere, que nosotros no podemos interrumpir el cumplimiento de sus propósitos. Este es el Dios grande que reconoció Nabucodonosor cuando le fue devuelta su razón. Según esta prueba, ¿usted tiene su razón? Negar a Dios es locura; oponernos a Dios es necedad. El que tiene su razón, reconoce que Dios es Dios, y el hombre; y responde como lo hizo este rey: Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.

About me

  • Ruben
  • D.F., Mexico
  • Soy un cristiano, dedicado a la teología reformada, como la mejor expresión de la enseñanza de la Bíblia, y por lo tanto el sistema teológico que más glorifica a Dios. No soy yo quien aparece en la foto en mi perfil. Pero me gusta como se ve de todos modos.
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